Estado de la situación
Según el análisis europeo de la publicación de Unicef ‘Estado Mundial de la Infancia: En Mi Mente’, el 20,8% de los adolescentes españoles de 10 a 19 años sufre algún tipo de problema mental, (el 21,4% de las niñas y el 20,4% de los niños), lo que sitúa al país como el líder europeo con mayor prevalencia de problemas de salud mental entre niños, niñas y adolescentes. La ansiedad y la depresión constituyen más de la mitad de los casos.
Los suicidios en menores de 15 años se han triplicado de 2019 a 2021 –de 7 a 22 casos–, pero en las unidades psiquiátricas juveniles hay lista de espera. Por norma no hay psicólogos clínicos en los colegios y tan solo el 44% de los jóvenes con conductas suicidas recibe tratamiento psicológico, según los datos de la Fundación ANAR. Los crecientes problemas de salud mental se han disparado tras la pandemia. «Sienten que están rodeados de adultos pero son incapaces de expresarse emocionalmente, incapaces de verbalizar el problema que les quita el sueño y para el que no vislumbran solución», viven en una «soledad acompañada» así define Benjamín Ballesteros, director de programas de la Fundación ANAR, el sentimiento que aparece en estos adolescentes con pensamientos suicidas. Entre 2012 y 2022, los casos atendidos por ideación suicida se multiplicaron por 23,7 y los intentos de suicidio por 25,9. El último barómetro de la FAD, con datos de 2021 y una muestra de 1.500 jóvenes de entre 15 y 29 años, mostraba que aquellos que reconocen tener problemas de salud mental con mucha frecuencia han pasado del 6,2% en 2017 al 15,9% en 2021. Y uno de cada tres (35,4%) había experimentado ideas suicidas al menos una vez o con cierta frecuencia en el último año, mientras que un 8,9% los había experimentado continuamente o con mucha frecuencia. Solo dos años antes ese porcentaje era del 5,8%. Los datos de ANAR indican que un 60% de las conductas suicidas atendidas se asociaron con problemas de violencia de diferentes tipos (un 25% maltrato físico y psicológico, un 21% acoso escolar o bullying, un 7,2% agresiones sexuales y un 3% violencia de género); un 27% con problemas de salud mental y el resto con otros problemas.
024 Teléfono para la prevención del suicidio
«Hay un incremento de los problemas relacionados con la identidad. Se ve en el aumento de los trastornos de personalidad límite, que tienen una serie de características: conflictividad, escasa tolerancia a la frustración, conductas de apego emocional o desapego muy violentas y muy rápidas, inestabilidad emocional…» según el psiquiatra Martin Carrasco. La última generación y media, según Luengo (decano del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid), ha sumado una transformación en las relaciones familiares, con «menos tiempo de calidad», cambios educativos y un acceso sin control a la red. Y todo ello tiene «efectos indeseados». Si el adolescente no se siente vinculado con nada, no ha creado sólidos lazos familiares, si se mira al espejo y no se gusta, si su identidad sexual, personal o social está «agrietada», «la sensación de dolor y sufrimiento aparece», esta crisis hace a los jóvenes más frágiles y más dependientes a los contenidos de redes sociales, algo que puede facilitar un ‘efecto contagio’ de ciertos comportamientos dañinos.
«Entre los adolescentes hay cuatro colectivos vulnerables: los menores de diez años; los adolescentes con discapacidad, los migrantes, y los niños y adolescentes LGTBI, el apoyo de la familia es una variable de protección importante. Es indispensable para evitar situaciones de riesgo» señala Ballesteros.
Prevención: El experto de ANAR reclama un aumento de las inversiones para la prevención del suicidio en Salud Mental y en los recursos asistenciales. «A muchos de ellos se les trata con psicofármacos, están demasiado medicalizados cuando lo que necesitan es tratamiento psicológico inmediato con la frecuencia y duración adecuada». También usar los centros educativos como ‘base de operaciones’ en prevención: «Tenemos que trabajar para que aparezcan menos daños y trastornos». (Fuente: SID Servicio de Información sobre Discapacidad).
Cada adolescente presenta una singularidad y una historia personal que son tan sumamente únicas y dignas de consideración que no es posible reducir lo que le pasa a una mera etiqueta diagnóstica, se debe reconocer la compleja maraña de factores y experiencias vitales implicados en el desarrollo de sus problemas de conducta y de adaptación social, que no por dejar de ser considerados enfermedades o trastornos mentales deberían ser valorados como poca cosa. Existen multitud de estudios sobre los factores de riesgo implicados en el desarrollo de las conductas problema en la adolescencia, y por lo general estos factores tienen un marcado carácter social, relacionados con la calidad de los contextos de socialización de los adolescentes: la familia, la escuela, el grupo de iguales y el barrio o comunidad. Los factores de riesgo no hacen referencia a las causas de sus problemas, sino que representan aquellas circunstancias o condiciones personales y sociales que incrementan la probabilidad de que aparezcan. Los adolescentes que no están expuestos a estos factores de riesgo tienen por tanto una probabilidad mucho menor de verse implicados en comportamientos de riesgo.
Principales factores de riesgo en la familia: Escasa supervisión, Alta conflictividad familiar, Pautas educativas inadecuadas (demasiado autoritarias o demasiado laxas –ausencia de límites-), Escaso apego, vínculos afectivos débiles
FR en la escuela / Instituto: Experiencias de fracaso, Desapego, Conflictividad
FR Amigos/as: Implicación en problemas de conducta, Presión de grupo
FR Barrio /Comunidad: Desorganización comunitaria, Falta de equipamientos y oportunidades para la participación, Altas tasas de comportamientos problema (consumo de drogas, delincuencia…), Pobreza económica extrema
FR Personales: Baja autoestima, Problemas psicológicos, Déficits de competencias personales (impulsividad, habilidades sociales, control emocional, …)
Los FR se entrelazan y actúan sinérgicamente, algunos factores de riesgo de carácter personal, como por ejemplo la falta de seguridad en uno mismo, la pobre competencia social o una baja tolerancia a la frustración pueden deberse a la poderosa influencia de otros factores de carácter social o familiar, como por ejemplo unas pautas educativas inadecuadas o la exposición a modelos también poco competentes o con comportamientos también inadecuados. En este sentido, también los factores de riesgo de carácter personal tienen por lo general una importante carga social, resultado de las interacciones entre los adolescentes y sus contextos de socialización a lo largo de toda su vida. Por lo general, en la adolescencia los comportamientos de riesgo no se dan aisladamente, sino que forman parte de un abanico más amplio de conductas problema (como el consumo de drogas, el absentismo o la trasgresión de normas en el instituto, en la familia o en la sociedad) que se suelen presentar de forma simultánea. A sus condiciones de vida hay que añadir que son adolescentes, y como tales tienen necesidades evolutivas propias de la edad que pueden acentuar el riesgo de implicarse en comportamientos problema. Entre esas necesidades destacan fundamentalmente la búsqueda de identidad y la pertenencia a un grupo, lo cual puede asimismo acentuar su tendencia a la conformidad intragrupal.
Cómo propiciamos el cambio
Psicoterapia Breve
Es esencial comenzar por recabar una historia clínica completa, seleccionar problemas específicos para el tratamiento y decidir un plan de acción claro.
Sesiones
5 a 6 sesiones con el paciente (niño-adolescente) y 4 a 5 sesiones con el grupo familiar. El paciente es parte de una familia, escuela y comunidad.
Focos
El foco psicoterapéutico consiste en una explicación delimitada de la relación conflictiva actual de las figuras parentales con el paciente a la luz de las dinámicas familiares anteriores.

Los focos específicos se organizan en una secuencia de diez sesiones:
- En una sesión con los padres, obtener una historia completa de las capacidades y dificultades
del paciente y la familia. - En una sesión con el paciente, obtener una historia de las capacidades y dificultades del paciente y la
familia. - Entrevista con el paciente y los padres juntos, se califica la gravedad de cada área problemática y
se clasifican por orden de importancia. Se deciden los focos de acuerdo a esa escala. - Sesión de simbolización a través de cuentos, láminas o juegos.
- Sesiones de planificación del sistema con el paciente y su red vincular, para tomar decisiones acerca de las fortalezas y dificultades del paciente, problemas a enfocar y un plan de acción específico.
- Seguimiento con los padres acerca del progreso y su punto de vista de la reunión del sistema.
- Examinar el progreso junto con el paciente e intentar enmarcar sus problemas en términos del
conflicto, en sus propias palabras. - Con los padres y el paciente, examinar el progreso, hablar sobre la finalización e intentar nuevas
intervenciones. - Con el paciente, se exploran métodos de definición y enfrentamiento de los conflictos. Se sugieren métodos alternativos para enfrentarse a esas situaciones problemáticas. Se conectan con las capacidades conocidas en la familia.
- Seguimiento con los padres y el paciente juntos, examinando el progreso e indicando que la familia y el paciente sigan trabajando las herramientas adquiridas en casa. Se brindan pautas para el manejo de los problemas futuros con base en la experiencia actual del tratamiento.
A lo largo de todo el proceso, se interviene sobre los hábitos higiénico-dietéticos.
